La Rambla de Barcelona tiene las consumiciones más caras de toda España

Quienes se sientan a tomar algo hoy en la Rambla son conscientes de que, más allá de la consumición, están pagando por una butaca en primera fila del espectáculo humano que representa el concurrido paseo a un precio tal vez excesivo. Grandes jarras de cerveza a más de 11 euros, de sangría a 12,9 euros, refrescos a 6,50 euros. Son los prohibitivos precios de muchas de las terrazas de la Rambla, donde las consumiciones se sirven alegremente en dosis de medio o un litro y donde apenas es posible encontrar a un solo barcelonés. Otras zonas turísticas sondeadas por este diario ofrecen también precios superiores a la media en Barcelona, aunque más moderados. Aún es posible tomarse una caña por unos tres euros y un café por poco más de dos, tanto en terrazas del paseo de Gràcia como en la Rambla Catalunya. Con vistas al mar, la tarifa es dispar, según la ubicación, pero incluso las cervezas grandes de cinco euros del Port Olímpic quedan bastante lejos de las de la Rambla.
El chequeo a los precios de la Barcelona más turística constata que, tras un auge feroz potenciado por la incorporación del euro, y el auge de visitantes (casi 6,5 millones el año pasado) las facturas se han contenido en los últimos dos años en algunos ejes. Una cerveza fácilmente cuesta de un 60 a un 100% más que en una terraza de un barrio popular, pero incluso en plena plaza de Catalunya es viable instalarse en una terraza tan emblemática como la del Zurich por 2,30 euros la caña. También el paseo de Gràcia, aunque puede doblar los precios de otras zonas, despacha cañas a 3,65 euros y cafés a 2,15 (un euro más que en barra) y se queda por debajo de otros viales turísticos de grandes ciudades europeas. Más cara se pagan las vistas al mar (Port Vell) y alguna terraza de la plaza Reial, entre otros ejemplos.
Sin embargo, la Rambla se ha erigido, sin flaquear, en el punto con precios más estratosféricos. Algunos camareros que no quieren dar su nombre apuntan que no trabajan con clientes fijos. «Son turistas de paso que no volverán a este bar», argumenta uno, y pagan por el privilegio de estar en el ojo del huracán.
Y por si están más rato del previsto, la dosis es tan superlativa como la cuenta. Incluso las coca-colas se sirven en jarras de medio litro o más, al precio frecuente de 6,5 euros. Si el cliente no especifica, le llegan vasazos de casi un litro (tres cuartos a veces). Los turistas de países nórdicos, acostumbrados a los altos precios del alcohol, no suelen poner reparos. Más estupor causa la factura en franceses e italianos, ya que en la mayoría de listas de precios ofrecidas en la vía pública por los locales figuran los platos, pero no las bebidas, o están tan escondidos que no se conocen hasta que llega la minuta.
La dimensión mínima de una cerveza es en general de medio litro, a precios que superan los siete euros. Pero si el cliente no dice lo contrario es posible que le calcen la de litro (incluso a más de 11 euros). Y lo mismo sucede con la sangría, que en una copa de medio litro llena de cubitos de hielo ya vale 6,5 euros. De los altos precios se salvan algunos restaurantes de comida rápida (precios uniformes dentro y fuera del local), o alguna cafetería con solera. Las puntas se alcanzan en algunos hoteles (ni mucho menos de lujo) y en restaurantes aparecidos en los últimos años.
El presidente de la entidad Amics de la Rambla, Ramon Lamazares, defiende que todavía hay establecimientos con «precios razonables» y que en cualquier caso el cliente debe valorar si merece la pena lo que paga, ya que para muchos vivir la ciudad desde su epicentro es una experiencia. Aún con todo, la asociación recomienda a sus integrantes mantener unos «precios coherentes».